La neurología como disciplina siempre me ha parecido interesante, pero sobre todo muy compleja. En la facultad me gustó mucho la neuroanatomía, no tanto la neurología clínica (aunque esto último se debe más a la falta de pasión generalizada que había en los profesores).
De cara al paciente, y desde el punto de vista clínico, en un principio no tenía muy ubicada esta especialidad. Cuando comencé mi residencia empecé a tener cierta aversión hacia los pacientes neurológicos, básicamente por mi falta de conocimientos y por ese miedo inicial que se tiene al explorar a un enfermo de estas características, sobre todo en el ámbito de la urgencia en donde te puede tocar cualquier cosa. Me veía reticente a enfrentarme a un ictus, o a un brote de esclerosis múltiple, o a cualquier cosa por el estilo.
Ahora que he terminado mi rotación por neurología, he perdido esta aversión. Aprender a hacer una buena exploración es un pilar fundamental para perderle miedo a los pacientes que consultan por déficits neurológicos, y una vez que se sabe hacer, todo parece mucho más sencillo. Pero no sólo eso. Rotar en neurología ha sido un descubrimiento para mi. Me ha apasionado. Curiosamente, yo como nefróloga no entendía el por qué de tener que realizar esta rotación, y sin embargo ahora me alegro enormemente de haberla hecho. Tanto por los miedos que he perdido, como por las cosas que he aprendido, y por lo que he disfrutado durante estos dos meses.
He tenido la suerte de rotar con dos adjuntos de categoría. Uno cuyos valores humanos y trato al paciente no me dejaron indiferente y otro cuyos conocimientos, capacidad de trabajo y docencia, son dignos de admiración. Cualquiera de los dos han ayudado a que esta rotación haya sido una de las mejores.
Es por ello que, ahora que ha terminado, me siento un poco triste. Normalmente me suelo entristecer al final de todas mis rotaciones, porque las vivo todas como si fueran la mía propia. Sólo espero que cuando llegue a mi servicio (algún día de estos, porque no veo el momento de llegar…) no sufra una decepción.
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