El martes tuve mi primer guardia y sí, yo también lloré. Creía que esa frase sólo era una exageración por parte de los resis mayores que me lo contaban, pero pude sentirlo en mis propias carnes.
Fue un caos.
Los tutores nos prometían un mundo idílico en el que los adjuntos nos supervisaban, nosotros no firmábamos casi nada, y consultábamos todas las pruebas y tratamientos que debíamos de poner a los pacientes.
Pero la realidad es diferente. En la guardia te encuentras sólo ante el peligro, viendo pacientes y más pacientes. Los adjuntos son más inaccesibles que el papa, y cuando les pides ayuda por algún caso, te miran con cara divertida y te toman el pelo, o te mandan una y otra vez a pedir más y más pruebas, demorando el tiempo hasta que realmente te enseñan algo, para finalmente preguntarte que por qué has tenido al paciente tanto tiempo sin darle el alta. Por suerte, los días siguientes he encontrado adjuntos más amables y que me han ayudado más.
A la una de la madrugada me dio un bajón terrible; tenía un pobre paciente que llevaba esperando horas y horas a que se hiciese algo con él (tiempo durante el cual yo iba para arriba y para abajo preguntando qué tratamiento ponerle, tiempo en el cual me iban dando largas y me lanzaban pullitas sobre lo mal que lo estaba haciendo) . Y me jodía enormemente tener a aquel hombre con rigidez de nuca más fiebre sin foco, esperando, sin rechistar, aceptando estoicamente todo lo que yo le iba contando, aceptando todas mis excusas agradecido por mi atención. Y me derrumbé.
¡Qué impotencia estar tan perdida! No saber donde están las cosas, qué tratamientos se ponen, cómo se piden. No poder firmar, todos esos rollos legales que te pintan tan bonitos. A mi no me importa responsabilizarme de mis pacientes, lo que me importa es que todavía no tengo los conocimientos suficientes para hacerlo. Más quisiera yo que no tener que andar mendigando la atención de mis adjuntos, y por supuesto no tener que soportar sus ironías estúpidas.
Sólo puedo quedarme con el lado positivo de la guardia: unas R mayores que me apoyaron, me ayudaron en todo momento, y que contribuyeron a que no me desmoronase del todo. Que estuvieron pendientes de mi para que fuese a cenar o a dormir un poco (aunque realmente no pegué ojo, ¡me sentía culpable por subir a dormir!).
El miércoles, saliente de guardia, estuve como una zombie. Y mis compañeras, al verme llegar el jueves con cara depresiva no se atrevieron a preguntarme qué tal la guardia. Por suerte, las dos siguientes mañanas en urgencias no han ido tan mal, y poquito a poquito me voy viendo un pelín menos perdida.
El fin de semana que viene tengo doblete. Si sobrevivo, os lo cuento.
Animo que lo mas dificil es empezar.Ya vera que bien sale todo.
ResponderEliminarAnimo ahi¡ Es bonito ver lo que haceis los estudiantes de medicina por conseguir llegar a ser buenos medicos, con la de vagos k tenemos en las universidades...
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