jueves, 20 de mayo de 2010

Cuando darlo todo no es suficiente.

Hay veces que un paciente tiene un problema, y mueves Roma con Santiago para intentar resolverlo. No sé si es algo lícito o no (para el resto de pacientes, quiero decir), pero en ocasiones te implicas más de la cuenta. Y eso es lo que le está sucediendo al Neurólogo con el que estoy rotando ahora (por si no lo habéis deducido, estoy rotando en Neurología).

Os contaré la historia.

Tenemos una paciente ingresada, por un brote de esclerosis múltiple. En esta mujer, que ronda los 50 años, la enfermedad no se había manifestado más que en forma de un episodio de pérdida de visión transitoria hacía un par de años, que nadie estudió a fondo. Actualmente la tenemos ingresada por un cuadro de oftalmoplejia internuclear bilateral acompañado de una parálisis facial brutal, y con una resonancia que da miedo ver.

Lo que nos ha preocupado del caso desde el principio, tanto a mi adjunto como a mi, no ha sido tanto la enfermedad de base, que también. sino el aspecto psicológico de la paciente y su familia. De una paciente y una familia que ya desde el primer momento nos dieron la impresión de estar destrozadas.

Nuestra sospecha fue que había malos tratos. Una mujer que acude a urgencias porque vé doble, pero que no se ha visto al espejo una importante parálisis facial, con un hematoma en el párpado que dice haberse hecho con una caída, anímicamente hundida, que según dice ella misma "ha aprendido a caerse para no darse en la cara", con una familia desestructurada, hijos en tratamiento psicológico y que han huído de casa en cuanto han podido...

En fin. No quiero hacer juicios de valor. Hemos hecho una labor titánica (en especial mi adjunto, a quien admiro profundamente a raíz de todo este asunto) intentando ayudar a esta mujer. Horas de conversación en los pases de visita, momentos delicados en los que su hija nos confesaba ciertas realidades que la madre negaba, de lágrimas, de ofrecimiento de ayuda, de consejos, de asesoramiento profesional. La mirada de una hija al borde del ataque de nervios, que nos pedía ayuda con los ojos. Y todo ello aderezado por la compañía de otra paciente que ya había sufrido los malos tratos en primera persona, y que veía en su compañera todo lo que ella padeció.

Nunca se ha mencionado la palabra de violencia física en nuestros "interrogatorios", pero vemos con gran obviedad a una mujer sometida por completo, anulada, controlada y manipulada, que incluso ha llegado a desarrollar un síndrome de Estocolmo hacia su pareja. Que se encuentra un día más animada porque dice que va a arreglar las cosas y porque su marido le ha prometido irse de vacaciones seis meses.

Mi adjunto ha hablado con asuntos sociales, con psicólogos clínicos, comentado el caso, presentado parte de lesiones... se ha involucrado hasta emocionalmente. Ofreciendo ayuda a una hija atormentada.

¿Y dónde ha quedado todo eso? En nada. Hoy la mujer quiere el alta a toda costa, negando por completo la realidad, aferrándose a su hijo pequeño (al que dice necesitar), y defendiendo a su marido a ultranza.

No se puede ayudar a quien no quiere ayuda. Pero jode mucho la impotencia de haber dedicado tanto esfuerzo para nada.

Quizás nos hayamos equivocado. Creemos que no. Pero al menos, nuestra conciencia quedará tranquila por haberlo intentado.

Por cierto, ésto también es medicina.

3 comentarios:

  1. Me gusta leer esto. A veces pensamos que los pacientes somos números, pero veo que no. ¡Buen trabajo Dra!

    Fdo: atilox

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  2. Pufff

    ¡Durísima entrada!

    Muy real.

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  3. Eso es medicina, Darky: respeto, compasión, solidaridad, implicación...
    Enhorabuena

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Gracias por tu mensaje. Siempre me hace ilusión saber que alguna persona, en algún lugar, se siente interesada por algo de lo que aquí escribo.