lunes, 7 de abril de 2014

No estaba muerta, estaba de parranda














Hace casi un año que no escribo en el blog. Mis últimas letras languidecían por el efecto de algo que a día de hoy me parece casi un sueño, o una lejana pesadilla. Queda tan lejano que hasta me parece ridículo el tiempo perdido en ello. Las cosas han cambiado mucho, y para bien. Mi ausencia no ha significado ni por asomo una falta de actividad, sino todo lo contrario. Ha supuesto un no parar.

Comencé este blog relatando mis peripecias de inicio de residencia, y tras muchas muchas vueltas, puedo contar mis peripecias de especialista en nefrología. Ahora estoy al cargo de un par de centros de diálisis, sustituyendo las letras torcidas de mi blog por conversaciones con mis pacientes, lectura de artículos, estudios y alguna que otra cosa más.

Pero mi situación actual no es lo importante, ni tampoco lo era la situación pasada; lo verdaderamente relevante ha sido el cambio, el camino, la trayectoria. ¿Que ahora estoy bien? ¡Claro que sí! ¿Que antes estuve mal? ¡También!. Pero todo eso no cuenta tanto como el hecho de saber que dejé atrás algo que no me gustaba. Esto es lo que trasciende en la vida de las personas, el movimiento, la capacidad de cambio y en definitiva de recuperación.

He remodelado el blog haciendo algo que realizo con gran frecuencia en mi trabajo: simplificar, reducir, suprimir cosas superfluas, con la intención de despejar el camino hacia un punto determinado. Me voy dando cuenta de que las mejores decisiones y las mejores soluciones son aquellas más sencillas. Minimizar (que no menospreciar) es la clave para clarificar el pensamiento. 

Feliz lunes.


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