domingo, 15 de febrero de 2009

Derecho de admisión

RETO DEL MES

Desafíos Literarios

El relato no debe ser muy extenso, para no cansar a los lectores. Pongamos unas 500 palabras como límite.

La temática del relato será libre, que cada uno ajuste al personaje elegido según sus preferencias: amistad, amor, odio, coincidencia...etc.

El personaje elegido debe incluirse en el relato de una forma identificable que no sea simplemente su nick. Hay que describir, es decir, plasmar en el relato características evocadoras del personaje, ya sea de forma realista, o caricaturesca, a gusto del escritor.

Y para darle más gracia, el relato deberá contener estas situaciones: - Una carcajada - Un beso - Un bote de aceitunas - Un policía - Un árbol

Aquí hace calor. Quizás ese neón que reza la palabra ‘Infierno’ sea la explicación. No me gusta demasiado el calor, pero no se está tan mal. El terciopelo rojo chillón de las paredes, llamas ardiendo por doquier, los íncubos y súcubos, las vampiresas lascivas y los fornicadores empedernidos le dan un aire más informal y divertido a este lugar. Incluso en la puerta de entrada hay un árbol del que cuelga un cartel, hecho de material ignífugo, en el que te dan la bienvenida en todos los idiomas del mundo. No como en ese otro garito que se llama ‘Cielo’, donde me recibieron con una minúscula pancarta en un idioma raro (me dijeron que era hebreo) y un portero con pinta de policía y muy mala leche que me echó a patadas de allí cuando le pedí un kebap. Yo le dije que me habría bastado con un bote de aceitunas, y fue entonces cuando al fondo aparecieron las lucecitas infernales. Según me han contado algunos compañeros de movida celestial, matar a un amante con un bisturí es un pecado muy gordo, casi tanto como llevar playeras en una discoteca, y con eso de que en el Cielo tienen derecho de admisión y son unos pijos, todos los maleantes terminamos reunidos en la misma tasca.

Me estoy acostumbrando al sudor resbalando por la frente como si fuera un caudal maligno. Casi hasta me siento buena persona entre tanto desecho humano. Lo mejor de este pub es que no cierra nunca, y encima no te sientes culpable por ser un crápula. Voy a acercarme a la barra a ver si me sirven una copa, o algo. Pero me detengo a mitad de camino, porque hay unos ojos que me hipnotizan. Son claros pero oscuros al mismo tiempo, parece que abarcan todo lo que se puede abarcar en esta vida. Me miran a mí, creo. No, miran a ese otro. Ah no, me miran a mí. Sí, sí, a mí. Sin saber por qué me pongo a temblar y me excito toda. Esa mirada con cuerpo humano se me acerca, y alguien me dice al oído que es Lucifer. Me quedo estupefacta, porque yo esperaba algún tipo de ser encarnado con cuernos de cabra, cola enorme, y tridente. Sin embargo este es un auténtico demonio seductor, con un aspecto tan humano que me resulta mucho más tenebroso. En un parpadear lo tengo frente a mi, susurrándome cosas obscenas que me hacen sentir un poco demoníaca también. Suelto una carcajada nerviosa, y antes de que mis labios se sellen él deja un beso en mi cuello.

La música es buenísima, no hay garrafón, los tíos están todos buenos y el resto de mujeres son todas feas y gordas (aunque eso último creo que es el efecto de algún psicotrópico que te ponen en la bebida). Me siento tan a gusto en este sitio que por un momento pienso que se han equivocado al enviarme aquí.

- Aquí se está como Dios – le digo a mi maligno compañero de danzas.

E inmediatamente después maldigo mi estampa y mi boca, pues aparecen dos enormes porteros con cuernos de cabra, tridentes y colas gigantes que me echan a patadas del local.

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