Hacía tiempo que deseaba escribir sobre este tema, pero sólo ahora que el tiempo libre me lo permite, es cuando lo hago. Tampoco quiero retrasarme mucho al respecto, ya que todavía tengo tiernos los recuerdos de mi paso por la facultad y puedo opinar aún con el espíritu del estudiante de Medicina. Y lo digo porque he llegado a la conclusión de que existe algún virus o algún proceso de tipo degenerativo que hace que cualquier profesor, o en este caso médico, se olvide de cuando él era estudiante.
La docencia de la Medicina en España, hoy por hoy, es pésima. Si bien es cierto que yo no puedo opinar más que por mi propia experiencia y la de mi facultad, puedo imaginar que la situación no es muy diferente en el resto de facultades españolas. A lo mejor todo este rollo de Bolonia trata de mejorar las cosas, pero no lo tengo muy claro. El principal problema es que hay costumbres muy arraigadas tanto en profesorado como en alumnado, y el ser humano siempre actúa ante el cambio de forma hostil.
Pero no quiero hablar de Bolonia, sino hacer un repaso mental de todos aquellos motivos por los que llegué a coger auténtica aversión hacia la facultad, y por los que ahora que he terminado la carrera, puedo sentirme aliviada.
Todo comienza con los apuntes. Es triste decirlo, pero los estudiantes nos hemos convertido en auténticos escribanos, y no queremos otra cosa. Aplaudimos al profesor que habla despacio y claro porque eso nos permite hacer transcripciones más literales en nuestros folios, y nos molestan los profesores humanistas que nos cuentan sus experiencias y reflexiones, porque no tenemos forma humana de copiar éso y sacar algo en claro. ¿Por qué? Por los exámenes. Estudiamos por miedo al examen de tal profesor, y no por el deseo de aprender Medicina. Es curioso que, materias que me espantaban en la facultad, comenzaron a apasionarme cuando decidí leerlas por mi cuenta.
La enseñanza de Medicina en una facultad tiene muchas carencias, y la principal es que no tenemos un enfermo delante que nos permita visualizar y reforzar lo teórico, que nos permita poner en movimiento las neuronas. Nos limitamos a ser asistentes pasivos de las peroratas de los catedráticos, muchas veces anticuadas y que no se ajustan a la Medicina moderna. Apenas tenemos criterio, opinión propia. ¿Y por qué? ¿Por que somos tontos? No lo creo.
No sería la primera vez que, ante una duda o una opinión discordante de un alumno, el profesor reacciona de forma agresiva y hostil, como si se cuestionase su autoridad y su conocimiento. Esa actitud me parece tan poco adecuada en un profesional de la salud... No somos tontos, sólo nos sentimos intimidados por el entorno que nos rodea. Sin ir más lejos, basta echar un vistazo a los blogs de algunos colegas de otras facultades para darse cuenta de que hay mucho dentro de esas cabezas. Sin embargo el sistema docente actual nos deja inertes. ¿A cuántos os ha sucedido no saber contestar inmediatamente a una pregunta formulada por un profesor en clase, y sin embargo fuera de ella venirse a la mente cientos de respuestas posibles? No somos tontos, NO.
¿Sabéis por qué lo repito tanto? Porque en mi facultad muchos profesores se han encargado de hacernos creer lo contrario. Estoy cansada de que se nos trate como a inútiles, porque esa actitud termina convirtiéndonos en inútiles. No se dan cuenta de que la mejor técnica para despertar el interés y el dinamismo de un alumno, es alentándole. Los momentos más reconfortantes de la carrera han sido aquellos en los que en algún momento un profesor nos reconoció que valíamos algo.
Es cierto que no estamos acostumbrados a las clases dinámicas, y por eso nos desconciertan los profesores que hacen preguntas en clase, que no explican temas de memoria sino que nos ofrecen unas bases generales de razonamiento para que nosotros las apliquemos a casos concretos. Les tenemos miedo y tememos sus exámenes, porque nos hacen enfrentarnos con nosotros mismos y con nuestra capacidad, de la que aún no estamos seguros (y si alguno lo está, afortunado es). Pero la Medicina es eso, todos los días.
Esto tiene como consecuencia que lleguemos al hospital muertitos de miedo, perdidos, acongojados. No nos atrevemos a decir o preguntar nada, y mucho menos actuar, con ese síndrome de Peter Pan, (como decía un internista con el que hice la rotación de medicina interna), que nos hace huir de todo aquello que suponga tomar decisiones. Y sin embargo sabemos más de lo que creemos.
Si se van a hacer cambios, deberían hacerse bien. La Medicina debería estudiarse en el hospital, como hacían los antiguos médicos. Olvidar estas prácticas relámpago que no nos sirven más que para perder el tiempo y la paciencia: esas prácticas de cirugía en las que todo el personal te grita que no toques lo verde, mientras que llega el jefe de servicio oportuno que sin guantes ni asepsia lo toquetea todo; esas prácticas de cardiología en las que el médico se limita a auscultar y no te explica nada; esas prácticas de neumología que te han puesto en el primer cuatrimestre, cuando aún no has tenido las clases teóricas porque son en el segundo; esas prácticas de cirugía vascular en las que el cirujano es un machista impresentable que se dedica a meterse con otros colegas (como si a ti eso te importara); esas prácticas de oftalmología, que te las convocan en un centro de salud situado donde Dios perdió el mechero, y que te hacen perder toda la mañana con un médico que no te hace ni caso; esas prácticas que, cuando comienzan a ponerse interesantes, tienes que interrumpir porque tienes un maldito seminario obligatorio a las 12.30 en la facultad. (Y así podríamos seguir eternamente).
Lo único que ha compensado todo esto, ha sido la existencia de algunas joyas gracias a las cuales no mandé la carrera a tomar por donde vosotros sabéis. Aunque parezca mentira, existen algunos médicos y profesores que saben enseñar, que no se guardan sus conocimientos como si fueran un extraño tesoro, que los comparten con gusto y que se entusiasman por vernos aprender.
Excelente lo que comentas y 100% de acuerdo, soy médico en Costa Rica y estoy a la mitad de una licenciatura en Docencia, para tratar de corregir todas estas "mañas" de la Medicina en mi país, que veo son muy comunes en realidad.
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