El otro día tuve ocasión de conocer al primer sinvergüenza de Alcalá. Esto sucedió mientras yo caminaba por una calle solitaria, en dirección a uno de los pisos que me tocaba visitar, cuando escuché los aullidos y grititos de un perro que procedían de una pequeña terraza que daba a la calle. Podría haber seguido caminando, pero los chillidos del animal continuaban, así que miré hacia arriba. El dueño del perro le estaba riñendo por algo (imagino que por hacer sus necesidades en sitio incorrecto, o algo similar). Hasta aquí la cosa podría pasar por más o menos normal, si no fuera porque el chico no se limitó a reñir al animal, sino que se puso a pegarle y a darle puñetazos una y otra vez, a la par que el chucho chillaba desconsolado. Tras varios segundos de tregua, volvía a darle otra somanta de puños.
Lo siento, pero los animales son mi punto débil y no puedo permanecer callada cuando veo algo así. Me quedé mirando la escena estupefacta, y al ver que el tipo no cesaba de torturar al pobre perro, le grité desde la calle. Os reproduzco la conversación entre yo misma y el individuo en cuestión, a quien paso a denominar ‘el impresentable’, porque a mi parecer, no tiene otro nombre.
YO: ¡pero no te cebes con el pobre animal!
IMPRESENTABLE: ¿eh?
YO: ¡que no te cebes con el pobre animal, que no te ha hecho nada!
IMPRESENTABLE: señora, métase en sus asuntos.
YO: estás maltratando a un pobre animal, es mi asunto.
IMPRESENTABLE: ¡señora, váyase a educar a sus hijos y deje de decirme cómo educar yo a mi perro!
(Aquí ya me mosqueé con lo de señora. He cumplido 27 hace poco, ¿tan mayor pareceré?)
YO: ¡pero si seguro que soy más joven que tú!
IMPRESENTABLE: ¡entonces vete a tomar por culo!
YO: a tomar por culo te vas tú, que estás liándote a puñetazos con un animal indefenso…
Y ahí estábamos dando el cante, él gritando desde su terraza, yo gritando desde la acera. Total, que a partir de ahí la conversación dejó de ser civilizada y se convirtió en un hunga hunga en el que nos dijimos de todo menos bonitos al más puro estilo neandertal, así que comprenderéis que prefiera no retransmitirlo. Por suerte casi no pasó nadie por la callé, sólo una mujer que me miraba con cara de circunstancia. Estuve tentada de explicarle el por qué de todo aquello, me dió igual hacer el ridículo si eso sirvió para librar a aquel perrillo de unos cuantos puñetazos.
La situación me dejó de un humor de perros (supongo que de algo similar surgió esa expresión) y tuve una amargo remusguillo estomacal durante toda la tarde. Maldito sinvergüenza. Me dieron ganas de denunciarle a la protectora de animales, pero como no tenía el número a mano, al final me achanté. Aunque, como el del chiste, bien podría decir “sé donde vives…” ¿Serviría de algo una denuncia a la protectora de animales? Imagino que sería su palabra contra la mía. ¿Qué opináis?
Me parece bien que publiques esto.Ya que el maltrato animal deberia estar mas castigado.
ResponderEliminarEn mi casa tenemos 1 perrita yorkshire y 2 gatos.Y la verdad que a veces te cansan,pero una cosa es regañarles 1 poco y otra es lo que tu cuentas.ese tio es un cabron.
Mi mujer piensa que es un hijo de puta y que la proxima vez que esperemos que no ocurra,lo mejor seria llamar a la protectora de animales.
Pues sí, estoy de acuerdo con el calificativo que le da tu mujer a ese individuo. En cuanto al tema de la protectora de animales... me pregunto hasta qué punto serviría de algo. Llamas, acuden al domicilio en cuestion y... ¿qué? El dueño del perro no se va a poner a pegarle delante de ellos... Me informaré al respecto.
ResponderEliminar¡Saludos!