Hoy la cosa va de información.
En este caso voy a referirme a otro tipo de información: la que todo médico debe ser capaz de transmitir a su paciente y a los familiares de éste.
Durante mi corta estancia hospitalaria como residente (que ya es más de medio año), he tenido la ocasión de darme cuenta de que gran parte de las situaciones conflictivas a las que asiste la medicina se deben a la falta de información. O mejor dicho, a la escasa capacidad de algunos médicos para transmitirla de un modo adecuado.
Y en muchas ocasiones no es un problema de actitud, sino de aptitud. Yo no creo que saber emitir un mensaje de forma coherente sea tarea relegada a unos pocos elegidos, pero día a día veo personas que son incapaces de hilvanar frases en las cuales se pueda captar el verdadero sentido de lo que se trata de decir. Esto, en la vida cotidiana, puede pasar desapercibido y no tener mayor trascendencia. Pero cuando se trata de un médico que quiere hacer entender a un enfermo el motivo de su ingreso, o tener al tanto de una familia del mal pronóstico de su pariente, o por el contrario, de convencer a un usuario de que su dolencia es trivial y puede solucionarse sin necesidad de realizar un escáner, la habilidad para ser un buen orador y comunicador, es crucial.
Por mi experiencia, me he podido percatar de que un médico tiene que poseer ciertas dotes de comercial o vendedor de ideas. Hay que saber presentar lo que se transmite de una forma sencilla, atractiva, comprensible y tolerable. Y no siempre ha de hacerse del mismo modo: hay personas que requieren sutileza y tacto, mientras que otras, y según las circunstancias, necesitan cierta dureza. Pero ante todo, humanidad y empatía para ponerse en lugar de la otra persona.
La información es casi tan importante como un diagnóstico correcto, a veces incluso más, porque es la diferencia entre una familia que comprende las limitaciones del conocimiento médico y sus medios, y la familia beligerante-demandante. Y si me refiero específicamente a la familia, es porque suele ser el punto que genera mayores conflictos en estos casos. Los verdaderos enfermos pocas veces discuten, sino que asumen y colaboran.
Hay médicos que piensan que no están obligados a informar más que a sus pacientes, y que la familia juega un papel secundario. Sin embargo creo que esto es una idea errónea; la familia debe ser informada por igual, y no veo nada malo en tomarse un tiempo para sentarse a hablar con ésta, aunque sólo sea para decir que todo va bien.
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