Últimamente me doy cuenta de que no tiene ningún sentido escribir sobre cosas que suceden, rutinas, banalidades, explicaciones lógicas a hechos previsibles. No tiene sentido relatar una vida como si fuese una novela, porque pocas vidas tienen tanto interés.
Me decanto más hacia lo ambiguo, el devenir perezoso, cauteloso, esquivo y errático del cerebro en su estado de descomposición. El dejar salir lo peor y lo mejor en una mezcla indistinguible, y que como mucho produce un sonido raro al ser leído, o quizás escepticismo.
Es incluso mejor cuando lo que se dice comienza a perder el sentido, y ya sólo es la réplica de un sueño.
¿Voy en decadencia?
noutt, yo diría que es un análisis muy bueno.
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