Llevo varios días con cierto desasosiego en lo que a mi productividad blogguera se refiere. No quisiera convertir Letras Torcidas en un espacio monotemático que sólo trate de medicina, precisamente porque mi objetivo primordial es cultivar otros aspectos de mi vida más humanistas, por decirlo de algún modo. Es decir: el placer de escribir por escribir, sin tener nada particular que contar. Sin embargo estos últimos días no he conseguido mi propósito, precisamente porque las 24 horas del día tengo la medicina en mi cabeza.
Estar todos los días en urgencias, y aderezar eso con unas cuantas guardias de 24 horas de más urgencias, deja poco espacio cerebral para el asueto literario. A pesar de que siempre me resultó terapéutico escribir sobre la nada en la que me ensimismo de vez en cuando, no dejan de regresar a mi mente fogonazos hiperpotasémicos, oxigenoterápicos, babinskianos o diarreicos. Así no hay quien se evada.
Estos dos primeros meses de rotación de puerta prometen dejar mi creación literaria reducida a cero, aunque con este post sólo pretendo avisar de que no permaneceré en letargo mucho tiempo. Presiento que dentro de poco volveré a sentir esa necesidad que me apremia a veces, esa angustia vital que debo canalizar en forma de textos sin finalidad aparente, como simples medios de catarsis.
Echo de menos divagar sobre aquella nube que se me antojó rosa, o sobre esas gotas de lluvia que refrescaron mi piel caliente, o sobre mis ganas de reír, de saborear una cerveza bien fría bajo la brisa vespertina de una tarde de verano.
Hola: Llevo más de 17 años como médico y me di cuenta que había vida más allá de Galeno & Hipocrates, afortunadamente antes de que mi familia me tirase por la popa del Titanic.
ResponderEliminarLos paisajes, urbanos , marinos o campestres... los amigos alegres o tristes, pero amigos, mi familia, mi adorada familia son la base de mi vida. La medicina, una de mis pasiones...
Besos desde la cara norte de Sulayr.