domingo, 12 de julio de 2009

Sólo decimos adiós a los muertos

Las campanas de la iglesia sonaban como un lamento, esparciendo el eco de su tañir entre el canto esporádico de algún pájaro, y la brisa leve que mecía los cipreses. El cielo nuboso dejaba colarse algún rayo de luz, reflejado sobre la grava y el césped, sobre las lápidas olvidadas.

Allí abajo estaba yo, viendo caer la tierra en el agujero, como una última oscura lluvia sobre mi propia tumba. Pedazos de materia inerte de los que pronto mi cuerpo formaría parte.

Y allá arriba estaba ella, mi amada, lanzando rosas blancas a mi ataúd. Blancas rosas cubiertas de gotas de rocío, sus lágrimas. Lágrimas de una mujer con el rostro amoratado y alguna costilla rota, que por fin dice adiós.

3 comentarios:

  1. Muy buena historia.Unsaludo, ya pasare por la blogoteca para dejare un voto.Un saludo

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  2. uno les llora a los muertos, y llora en vida. acaso ellos lloran por nosotros en su muerte?
    muy lindo su blog...


    por cierto tu perro....
    HERMOSO!!!!!!!!!!!!!!!

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  3. aun no sabes de que hablas
    bueno
    pues ya tienes trabajiño pa borrar todolo mio del blog eh!
    yo me voy a jugar al tetris
    chao
    ma.a

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Gracias por tu mensaje. Siempre me hace ilusión saber que alguna persona, en algún lugar, se siente interesada por algo de lo que aquí escribo.