Él gritaba.
Pero yo no le oía.
Me encontraba absorta en mi mundo de sangre y lágrimas. En esa nube oscilante que precede a la visión borrosa, al mareo intenso, a la náusea contenida, y que apaga lentamente el dolor de la herida por la que se escapa la vida roja.
La hoja del cuchillo reflejaba más miedo en su cara que en la mía.
Él seguía gritando.
Yo ya no estaba.
Intenso y lúgubre momento captado en toda su esencia.
ResponderEliminarAbrazo